miércoles, 3 de octubre de 2018

La Vida manda


Hoy no funcionaba internet ni en casa, ni en la oficina. Hoy toca ese inconveniente. Otro día fue la enfermedad de mi madre. Otro día una decepción con la conducta de X persona. Y así cada uno de nuestros días la Vida te presenta algo que no esperas. Algo que puedes valorar en positivo o en negativo. O ¿quizás se trata de no hacer valoración alguna?

Nuestras emociones nos conducen a estados de plenitud pero también de decrepitud. Eso ya lo sabemos. Ahora bien, ¿cuál es la causa? La causa es que nosotros hacemos unos planes para la vida que unas veces se cumplen y, otras veces, la Vida tiene sus propios planes. Es decir, hay algo que está más allá de lo emocional, más allá de lo racional.

La Vida que nos trae aquí, dado que nadie solicitó nacer, es la responsable de todo lo que ocurre, también es la responsable de que el ser humano tenga conciencia y se tenga que hacer a su vez responsable de su propia vida. Al tomar verdadera conciencia de nuestro Valor, caemos en la cuenta de que es un Valor prestado, a través del cuál se expresa la Vida. Luego el aprecio del Valor no es posible sin el aprecio de la Vida de donde procede aquel. Así que amarse a uno mismo implica amar la Vida de la que venimos. Y amar la Vida implica amar a los hijos de la Vida, que son nuestros semejantes, que son los animales, las plantas, el medio ambiente, todo lo generado. Si fuésemos capaces de entender esto, el egoísmo decaería definitivamente. Así que cuando sucede un hecho, el que sea, lo aceptamos y nos ponemos en acción para proteger nuestra vida y para vivir conectados a nuestro Valor. Así que cuando otra persona realiza una acción, la que sea, lo aceptamos y a su vez nosotros respondemos desde el Valor, protegiendo nuestra vida y actuando desde el Valor. Porque en el Valor no existe el conflicto, ni el odio, ni la envidia, ni la competitividad. El Valor implica reconocer las diferencias para sumar. Y desde ahí, las emociones se alinean para mantener un estado de plenitud permanente.